“Y que tengo ganas de verte”
pensó el español cuando vino,
sabiendo cuál era su sino:
¡Servir a España hasta la muerte!
Sabe Dios que me hallo triste,
triste por la España marchita,
por esta ignorancia que quita
la bandera que antaño viste
ondeando siempre infinita.
Triste por la España que acaba,
triste por la España que muere.
Malditos aquellos que ceden
y entregan mi España por nada.
A España ya más no la quieren,
por no conocerla ya no la aman.
Por eso ya no la miran
y por eso ya ni la abrazan.
España mía te escupen
y tus tierras resquebrajan,
tú, antaño glorioso imperio,
por traidores te desangras.
No pudiste dar más héroes.
Más españoles no quedaban.
Lo entregaste todo a la historia
y ahora así te lo pagan.
España ya no es ni su sombra.
España ya no es España.
Te vendieron a los extranjeros,
a sus oros y sus platas.
Y así tus muros caían
los que antaño levantaran
más de un millar de españoles
con sus manos llagadas.
Porque había algo más grande,
algo que la vista no alcanza,
y que las manos no tocan
y que los pies no lo andan.
Pero en el corazón palpita
y bruscamente el alma ensancha:
El honor, la lealtad, el valor,
fe y la entrega que no acaba;
Es el ser del hombre español
¡Es la esencia de España!